Los datos recopilados por los psicólogos estadounidenses D. Polit y T. Falbo son aún más alentadores: si el hijo único crece en un ambiente estable y armonioso, se convierte en un niño adaptado, seguro de sí mismo, sociable, generoso, colaborador, reflexivo e ingenioso, con un desarrollo intelectual elevado.
Estos rasgos, que también se dan en los hijos mayores que fueron únicos hasta la llegada de sus hermanos, tienen una explicación. Y es que este niño:
Cuenta con la atención exclusiva de sus padres. Esto hace que se sienta querido, importante y confiado. Estos sentimientos precoces, que son tan positivos, asientan las bases de una personalidad segura y decidida.
Tiene en sus padres sus puntos de referencia inmediatos. Él no puede compararse con sus hermanos, sino con sus padres: por eso trata de ponerse a su altura e intenta comportarse como ellos en todo. Sin duda, este esfuerzo favorece el desarrollo de sus capacidades intelectuales, lo que a su vez le ayuda a destacar, tanto en su vida estudiantil como en la laboral.
De hecho, es habitual que los hijos únicos se conviertan en directivos importantes y en líderes, lo que indica que además de ser eficaces en su trabajo, saben funcionar en grupo. Es curioso que personalidades como Indira Ghandi, Leonardo da Vinci, Jean-Paul Sartre, Hans Christian Andersen, John Lennon y Elvis Presley fuesen hijos únicos.
Se lleva bien con sus profesores. Este trato habitual con las personas mayores favorece la buena relación del hijo único con sus profesores, lo que vuelve a repercutir positivamente en sus estudios. Esta circunstancia también hace que el paso del mundo infantil al de los adultos no le resulte difícil.
Le encanta hacer amistades fuera de casa. Al contrario de lo que se creía hace tiempo, el hijo único suele mostrarse abierto a las relaciones con otros niños, que le producen curiosidad y le resultan muy interesantes.
Además, puesto que no conoce la rivalidad fraternal y tiene totalmente satisfecha su necesidad de posesión (en casa, todo es para él), suele ser muy generoso y desprendido con ellos.
No le importa jugar solo. Además de atraerle la relación con otros pequeños, le gusta la calma de su casa. Suele ser un niño pacífico y reflexivo, que desde pequeño sabe entretenerse a solas. Le encantan los cuentos y los recortables, las pegatinas, modelar con plastilina, pintar, coleccionar cosas, montar rompecabezas, hacer puzzles...
Los hijos únicos no se aburren y son capaces de pasar de una actividad a otra que también les interese sin contar con sus padres. Generalmente tienen una especial predilección por los hobbies y en muchas ocasiones logran conservarlos hasta la edad adulta, lo que favorece su equilibrio emocional.
Tiene mucha imaginación. Le gusta disfrutar de su mundo de sueños y crear sus propios juguetes. Para él es muy fácil convertir una sábana vieja en una tienda de campaña, un montón de caramelos en un pueblo repleto de casitas... Y se niega a deshacerse de las cajas de embalaje: rápidamente las convierte en un completísimo garaje, o en una granja para sus animalitos de cartulina.
Suele ser muy ordenado. Cuando el hijo único deja las cosas en un lugar, sabe que luego las encontrará allí. Por eso suele adquirir un especial sentido del orden desde que es muy pequeño.
...Con algunos inconvenientes
Ahora bien, crecer siendo el único niño de la casa también puede tener sus inconvenientes. Son éstos:
Le cuesta defenderse. El hijo único, al no estar habituado a las riñas entre hermanos, puede pecar de ingenuo y no saber defenderse y cuando se enfada o se pelea con sus amigos suele llevarse la peor parte.
Quiere ser el centro de todas las miradas. Está habituado a ser el centro de atención y puede ser algo egocéntrico y, si no le hacen caso, pasarlo realmente mal.
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