TIEMPO EN FAMILIA

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lunes, 5 de julio de 2010

Las rabietas de los 2 anos

Casi todos los niños tienen pataletas. Y, aunque no resultan agradables, son positivas para el desarrollo del pequeño

Sergio, 2 años, coge las gafas de su mamá, se las pone y empieza a correr por el salón. Su madre se las quita mientras le explica que no son un juguete. Y entonces estalla la tormenta: Sergio se tira al suelo y empieza a gritar, a llorar y a pegar patadas al aire.

Seguro que la escena te resulta familiar. Las rabietas son normales en la primera infancia, sobre todo entre los 2 y los 4 años, y algo más en los niños que en las niñas. Y, aunque no sean nada agradables, tienen un lado positivo, ya que juegan un papel importante en el desarrollo emocional del pequeño.

¿Por qué se producen?

Si tu hijo se encuentra en plena época de pataletas, las llevarás mejor si tienes presente que estos berrinches son simplemente una forma de liberar rabia y frustración a una edad en la que el niño todavía no es capaz de controlar bien sus propias emociones... y en la que se enfrenta a grandes cambios.

Hasta ahora, siendo un bebé, todos o casi todos sus deseos se satisfacían al momento. Pero esto cambia a medida que empieza a desplazarse por sí mismo y adquiere más autonomía. A lo largo del segundo año se va encontrando con algunas prohibiciones, algo que le frustra mucho, y más a una edad en la que quiere explorarlo todo. Y a la frustración, que no le gusta en absoluto, se unen sentimientos típicos de esta época, como la obstinación, la impaciencia y la rigidez.

También le confunde el nuevo concepto de mamá: de ser una persona que le concedía casi todo, ha pasado a convertirse en alguien que le prohíbe cosas.

Pero hay más: pasado el primer año, tu hijo está descubriendo su ‘yo’; vive una sensación de poder al ser capaz de hacer cosas por sí solo... ¡y esto le encanta! Es lo que siente Miguel mientras da golpecitos en la mesa con un vaso de cristal. Le gusta el sonido que produce e intuye que de algún modo él tiene que ver con ello. Pero de pronto su madre le cambia el vaso por una pelotita suave y ahora el sonido apenas se oye. Miguel se tira al suelo, enfadado por la privación de algo tan placentero.

Un hito positivo

El niño reacciona ante cualquier sentimiento con el lenguaje corporal; cuando está feliz, da saltos de alegría o corre por el salón; cuando está frustrado, grita, muerde o pega. En realidad éste es un hito en su desarrollo: va expresando y conociendo cada vez más emociones y da a entender qué le gusta y qué no, al tiempo que empieza a comprender mejor la diferencia entre el “yo” y el “otro”.

Por eso tu hijo suele tener rabietas con vosotros, en casa, y pocas veces en la guardería o en el colegio. Es sobre todo en la relación con las personas que son importantes para él como va entendiendo el ‘yo’. Sólo dentro del vínculo seguro con sus papás se atreve a experimentar con sus sentimientos. Por ello las rabietas y sus expresiones emocionales son prueba de que hay un apego positivo. Desde el punto de vista psicológico, indican que existe un desarrollo emocional sano.

Por otro lado, igual que hay llantos que delatan tristeza (cuando el niño se cae, cuando tiene miedo), hay otros que demuestran enfado. Los de la rabieta pertenecen a la última categoría. Pero uno no es más criticable que otro y ambos requieren una actitud similar: afecto y aceptación. De hecho, el doctor William Frey, bioquímico del Centro Médico en Minnesota, afirma que el llanto de la rabieta sirve para eliminar, a través de las lágrimas, productos de desecho o sustancias tóxicas que el cuerpo acumula como resultado del estrés.

En definitiva, las rabietas tienen diversos aspectos positivos para el niño. En realidad, solamente son negativas cuando van acompañadas por actitudes destructivas o cuando los padres ceden ante ellas y el pequeño aprende que puede utilizarlas como un arma para conseguir lo que desee.



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